lunes, 28 de diciembre de 2015

El vagabundo que me mostró lo perdido que estoy

Ayer conocí un chavo en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, aquí en México, no mayor de 30 años, al parecer argentino por el acento. Lo vi por primera vez en la tarde recostado con el sol de frente en una banca de un parque de una iglesia muy colorida, tenía unos tenis azules ya rotos del talón, desgastados también, pero de buena marca, al igual que la sudadera, por otro lado, el cabello y la barba ya crecidas por la falta de rastrillo y tijeras aun denostaban que algún día no muy lejano conocieron el jabón y el buen shampoo. El muchacho gesticulaba hablando sólo pero de una manera muy suave que no se podía escuchar lo que trataba de decir. Se podría considerar en la puerta de la locura, entonces me pregunté ¿Que habrá pasado para que este joven turista este pasando por esto? ¿Alguien preguntará por él? ¿Donde quedaron los amigos? ¿Donde su maleta? Si ha llegado a México seguro fue pagando un pasaje aéreo que no son económicos. En la noche cuando partía para mi siguiente destino en la central de ADO volví a verlo, sentado en un rincón al lado de los baños, le proporcione agua, alimento y unas palabras de ánimo, a lo cual recibí una afirmación como respuesta. Lo importante aquí es que hay seres humanos que necesitan un abrazo, unas palabras, un poco de aliento, para algunos el mundo no es el sueño que esperaban pero el mundo no puede estar mal y sigue su curso natural, hay tantos seres humanos que tenemos que sanar nuestras heridas, reencontrar el camino y el sentido de vivir. ¿No hemos venido al mundo acaso tratando de ser felices? Él y yo tenemos mucho que buscar...

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